Proyecto PID2020-113752GB-I00. Agencia Estatal de Investigación (AEI) y Ministerio de Ciencia e Innovación (MCIN). Investigadora principal: María Lourdes Soriano Robles (UB-IRCVM).
Se habla de la Edad Media como de una época oscura, proyectando sobre ella un término acuñado para una época de la cultura griega de la que poco se sabe porque no han sobrevivido fuentes de información. Esta percepción sobre el medievo está condicionada por la desaparición de gran parte de los manuscritos que se copiaron en aquellos siglos. La oscuridad surge de la ruptura de la cadena de transmisión de la cultura escrita y que supuso la pérdida de innumerables obras en las que se sustenta el conocimiento del pasado. Si acotamos nuestro ámbito de estudio a las lenguas romances, advertimos que algunas obras, que fueron muy populares, sobreviven en poquísimos ejemplares o incluso en ejemplar único y de otras apenas conocemos el título. De ahí que se hayan iniciado repertorios de obras perdidas (Deyermond 1995, 1996 textos castellanos o TRANSLAT 2010 traducciones catalanas). No es fácil que aparezcan nuevos manuscritos completos, pero no es imposible que salga al mercado algún códice desconocido. Existe, sin embargo, un filón inmenso de materiales que nos pueden ayudar a comprender lo que fue el patrimonio escrito medieval hispánico: los fragmentos de códices. Cuando un manuscrito dejaba de tener interés y utilidad se reaprovechaba reescribiendo sobre el soporte (palimpsesto) o reutilizándolo (pergamino viejo). En instituciones generadoras de un gran volumen de material escrito era común transformar los grandes bifolios de pergamino o de papel desechados en encuadernaciones o cubiertas de documentos, mientras que pedazos más pequeños se empleaban como refuerzos de lomos y cuadernos. La localización y el estudio de esos fragmentos es una vía poco explorada para acceder a obras perdidas, que pueden llegar a tener gran relevancia y significar una relectura de un género o de la transmisión textual de las obras, como sucedió con los fragmentos de un manuscrito del Amadís (Rodríguez Moñino 1956), el bifolio con notación musical de cantigas de amor (Sharrer 1991) o el folio manuscrito del Tirant lo Blanc (Chiner Gimeno 1997). En Portugal se llevó a cabo una campaña nacional de búsqueda de fragmentos (Gomes 2006), pero en España sólo tenemos trabajos (y hallazgos) puntuales. Si bien es cierto que no es el momento de realizar un levantamiento general de fragmentos, sí que nos podemos apoyar en trabajo de campo ya emprendido para abordar una aproximación a la presencia y características de los fragmentos de códices en archivos y bibliotecas. Durante los últimos años hemos localizado un centenar de fragmentos de pergamino o papel procedentes de códices en lengua romance, cuyo examen preliminar apunta a que una parte significativa provienen de obras o traducciones desconocidas. Este material constituirá el corpus objeto de estudio. Nos proponemos identificar estos fragmentos, estudiarlos, contextualizarlos, editarlos y ponerlos a disposición de los investigadores en acceso abierto. Intentaremos reconstruir la materialidad de los códices de procedencia, determinar su origen y las circunstancias que llevaron a su destrucción y dispersión. Examinaremos también la posición de cada obra en su contexto de producción y difusión, dentro de la configuración del género al que pertenece y a las circunstancias de su circulación en Europa, con la esperanza de que estas aproximaciones nos permitan arrojar más luz sobre unos siglos mal llamados oscuros.